Diciembre es una época de balances. Son días para pensar en proyectos, en los logros obtenidos y, también, en las pérdidas sufridas.
En lo social, después de cuatro años de crecimiento, nos tocó afrontar un año difícil y ninguno de nuestros hogares fue ajeno a este clima, haya sido afectado o no por las situaciones que llenaron de sombras el futuro.
Aunque todos sabemos de crisis, y creemos haber aprendido a darle el valor justo a las cosas, es bueno pensar durante Navidad y Año Nuevo en algunos aspectos de nuestra vida que no están relacionados con el dinero ni con el poder, que tanto nos atribulan.
En este sentido vale la pena recordar una anécdota. En plena expansión del imperio romano, comenzó a crecer la fama de Diógenes el Cínico, que se convirtió en una figura de consulta de los hombres más influyentes de la ciudad.
Cronistas de la época dicen que el propio Rey, acompañado por su comitiva, fue un mediodía a ver a Diógenes mientras descansaba en la plaza pública bajo un cálido sol de primavera.
Al verlo, el Rey se paró delante de él, elogió su fama durante varios minutos y, luego, le ofreció lo que quisiera. "Pedí lo que necesites y será tuyo", dijo.
Diógenes, tapado por la sombra del mandatario, pensó unos segundos la propuesta y le respondió: "Su excelencia, necesitaría que se corra porque me está tapando la luz del sol". Luego se dio media vuelta y siguió durmiendo. El Rey, desconcertado, se marchó.
Una verdad de perogrullo expresa que no es feliz aquel que más tiene, sino el que menos necesita.
Ojalá que este fin de año cada uno de nosotros pueda levantar la copa, disfrutar de ese momento y, como Diógenes, ser feliz con lo que tenemos cerca y quizás no valoramos en su verdadera dimensión porque es tan cotidiano como la magia del sol y la vida.
Diógenes y el sol del mediodía
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