Por Carlos Renoldi | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Enciendo un cigarro dormido, / es muy temprano, apenas hay luz.
El “Blues del equipaje” suena en mi vieja radio AM.
Con el encendedor en la mano, prendo un espiral para ahuyentar a los mosquitos de mi taller de la calle Agüero.
Mientras se enciende, miro la llama. Me detengo en sus colores.
Se me cruza el tonto pensamiento de que el petróleo no es más que el resto de los dinosaurios y arbustos que murieron hace tantos millones de años. Los bichos se fueron enterrando metro a metro, descomponiéndose junto a la vegetación, milenio tras milenio, hasta llegar a su fantástica transformación.
Es algo raro el destino, / lo que hoy es cara, mañana es cruz. / Me espera un largo viaje / y mi único equipaje es el blues.
Sigue cantando Ricardo Tapia en la radio a pilas. Escucho el bajo, la guitarra, el piano, todo inundando mi taller.
Se me ocurre pensar que las personas, los árboles y los animales de este planeta estamos transitando el mismo destino.
Hace 65 millones de años infinidad de seres murieron después de la caída de un meteorito, cuando todo se extinguió para volver a comenzar. ¿Quién te dice, si después de siglos, alguien enciende un cigarro o un espiral pensando que el gas de un encendedor proviene de algún humano, un perro, un pino, una enredadera, un elefante de nuestra era? ¿Quién te dice? Los ciclos se repiten.
Hasta, quizás, lo que sale de mi encendedor es el espíritu de un Carnotaurus, que quedó atrapado en las entrañas de la Tierra, o de un gliptodonte, como el que encontraron hace un par de años en Spegazzini y, ahora, está en el Museo de Tristán Suárez. ¿No estaremos liberando almas de microorganismos, bacterias, algas y celacantos cada vez que encendemos artefactos con gas?
Andando, me da lo mismo / me da lo mismo si es norte o sur. / Me espera un largo viaje / y mi único equipaje es el blues.
Canto junto al líder de La Mississippi y pienso que no es necesario pensar tanto. El tiempo, como diría Martín Fierro, sólo es tardanza de lo que está por venir.
El “Blues del equipaje” suena en mi vieja radio AM.
Con el encendedor en la mano, prendo un espiral para ahuyentar a los mosquitos de mi taller de la calle Agüero.
Mientras se enciende, miro la llama. Me detengo en sus colores.
Se me cruza el tonto pensamiento de que el petróleo no es más que el resto de los dinosaurios y arbustos que murieron hace tantos millones de años. Los bichos se fueron enterrando metro a metro, descomponiéndose junto a la vegetación, milenio tras milenio, hasta llegar a su fantástica transformación.
Es algo raro el destino, / lo que hoy es cara, mañana es cruz. / Me espera un largo viaje / y mi único equipaje es el blues.
Sigue cantando Ricardo Tapia en la radio a pilas. Escucho el bajo, la guitarra, el piano, todo inundando mi taller.
Se me ocurre pensar que las personas, los árboles y los animales de este planeta estamos transitando el mismo destino.
Hace 65 millones de años infinidad de seres murieron después de la caída de un meteorito, cuando todo se extinguió para volver a comenzar. ¿Quién te dice, si después de siglos, alguien enciende un cigarro o un espiral pensando que el gas de un encendedor proviene de algún humano, un perro, un pino, una enredadera, un elefante de nuestra era? ¿Quién te dice? Los ciclos se repiten.
Hasta, quizás, lo que sale de mi encendedor es el espíritu de un Carnotaurus, que quedó atrapado en las entrañas de la Tierra, o de un gliptodonte, como el que encontraron hace un par de años en Spegazzini y, ahora, está en el Museo de Tristán Suárez. ¿No estaremos liberando almas de microorganismos, bacterias, algas y celacantos cada vez que encendemos artefactos con gas?
Andando, me da lo mismo / me da lo mismo si es norte o sur. / Me espera un largo viaje / y mi único equipaje es el blues.
Canto junto al líder de La Mississippi y pienso que no es necesario pensar tanto. El tiempo, como diría Martín Fierro, sólo es tardanza de lo que está por venir.
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