La historia no leída

Por Patricia Cancela(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses


Sandra era una niña mimada, siempre veía pasar la chanchita con muy poca gente.Vivía frente a la estación La Unión, en medio de unas pocas casas dispersas y la despensa de don Sotelo, que con sus manos avejentadas cortaba el papel para darle el azúcar.
—¡Pícara Sandra, te preparo medio kilo de azúcar y un kilo de pan!
Creció pisando barro con sus botas largas hasta las rodillas. Caminaba esas cuadras interminables, entre las huellas que dejaba el carro del lechero. En esas calles saltaba, corría como un conejo y se metía por todos los rincones.
A siete cuadras de la casa estaba la Escuela Nº 13 Ricardo Rojas, a la que empezó a concurrir a los seis añitos. Su amiga Bety la ayudaba en sus estudios. A escondidas de su mamá, dibujaba. Si la descubría, ella la retaba. No quería que Sandra perdiera el tiempo con esas cosas.
Por leer poco y mal, repitió 1º año y sucedió lo mismo con 3º y 6º. Tampoco terminó la secundaria.
Empezó a trabajar duro de jovencita. En varias casas, limpiando. Cuidó niños y tejió con máquinas industriales. Pasó por varios negocios y hasta hizo de parquista. Muchos eran trabajos pesados para ella, casi una adolescente. Sin embargo, nunca
perdió la sonrisa que la caracterizaba.
Un día volvió a dibujar y la vida misma le dio lo que no le habían permitido.
Pintó el rojo de su pasión, el verde de los inmensos terrenos de La Unión, el celeste y blanco del cielo que la hacía soñar, el negro de su tristeza pasada. Pintó su casa, el gran gallinero, la huerta, su perrita Coli…
Noches de carbón, leña, farol, velas y la luz de la luna alumbraban su vivienda. Los colores tomaron forma de su biografía.
Se ocupó día a día llevando sus pinturas a plazas, esquinas, bares. Allí admiraban esas imágenes. Un giro inconmensurable y necesario.
Una galería de bellas artes la contrató. Exhibió en bastidores su increíble arte. Eran páginas con una escritura diferente, a pincel y colores. Escritas sin saber leer del todo, apenas pudiendo escribir. Era su historia: la historia no leída.

(*)Concurre al Taller de Escritura y Literatura de la Municipalidad de Ezeiza.

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