Observándonos (satélites)

Por Pablo Ruocco | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses


Todavía no se ven. Siempre es la primera vez. Él sigue caminando a los tumbos, habla con nadie, espera que algo suceda. Se aferra a su maletín con algunos libros y papeles sueltos. Ese es su lugar seguro. Solo en la escritura encontró alivio durante los años de encierro. Las tardes pasan en el jardín pequeño, apenas iluminado, ajeno a todo y a todos. Enfermeras que lo invitan de manera poco amable a que se sume al campeonato de canasta o al bingo con los demás. Él acepta, con una sonrisa a medio camino. Ahora está por cruzar. Ya no entiende de semáforos ni de sendas peatonales. Nadie anda por esa calle un domingo a la mañana, salvo aquella mujer. La descubre y siente que los ojos le brillan. El cuerpo añejo se vigoriza, como si algo de la situación de voyeur lo eyectara a su adolescencia de barrio, mala junta y picardías. Está cansado. Descubre un banco, se sienta.
Ella sigue esperando, le escupe al mozo enojos que no le corresponden. Le exige el calor de un café que aguardaba desde su niñez, cuando su papá le hacía el desayuno sin tiempo para juegos. Ahora a ella no le sobra el tiempo para las dos hijas, que la esperan con los ojos entrecerrados sin rendirse hasta que vuelva. Ni tampoco para el mozo. Ni para atender esa llamada. Se levanta, agarra algunas cosas y deja otras con la intención de volver. El teléfono insistente. Palpitaciones como gritos, miedo por la reincidencia de eventos pasados, aunque siempre sean nuevos. Lo descubre a lo lejos: sentado en un banco, mirándola con una cara vacía. Apura el paso, sabe que puede hacer o decir cualquier cosa. Que no está bien, que cómo puede ser que lo hayan descuidado. Que cómo un hombre mayor y tan limitado puede burlar la seguridad de un lugar tan costoso.
El encuentro se impone: él, ajeno a toda historia previa; ella, deseosa de que el futuro no se extienda demasiado, cansada de ser un cuerpo que orbita alrededor de otros. Lo que ninguno de los dos sabe es que acaban de salvarse. Ella no llegará a la reunión que tenía destino de estafa y dolor, él volverá cuando el campeonato de canasta haya terminado, como siempre que se escapa. Aunque no lo recuerde. Como siempre. 

(*)El cuento forma parte del libro Sorbos de Soda (Patio al Sur, 2025), de Pablo Ruocco, inspirado en canciones del grupo Soda Stereo.

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