Por Federico Nieves | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses
Esa mañana era especial. Ezeiza se plagaba de personas de todos los puntos del país para concurrir, como dijo mamá, a un hecho histórico.
Mamá me llevó con ella y sus compañeros de universidad al acto. Pasado el mediodía la columna de gente que caminaba por la Riccheri era colosal, una infinidad de banderas y carteles y cánticos a todas voces. Ya casi llegando al escenario escuché un altavoz. Distinguí “Váyanse” y como por arte de brujería el frente de la columna empezó a enloquecer y correr.
—Son tiros —anunció mamá a sus compañeros, mientras me alzaba upa y buscaba refugio detrás de un árbol—. Quedate acá, ya vuelvo —me dijo y salió corriendo.
Mi confusión se convirtió en terror: perdí a mamá de vista y vi gente llevando armas. Un señor de la edad de mamá cayó al suelo y gritó al tiempo que se agarraba la panza.
Entré en pánico y salí corriendo sin pensar, sin siquiera mirar donde pisaba, hasta que choqué con una jaula de palomas que cayó y se abrió y los animales alborotados salieron a toda velocidad hacia el cielo.
El golpe me hizo reaccionar y me di cuenta de que yo había quedado frente al escenario, donde un hombre me miró fijo apuntándome con un arma grande.
Me va a disparar, pensé.
Congelado, volví la vista al cielo, deseando convertirme en paloma y salir volando de esa pesadilla.
El grito repentino de mamá entre el barullo me dejó a la espera de un disparo, o de una salvación.
Mamá me llevó con ella y sus compañeros de universidad al acto. Pasado el mediodía la columna de gente que caminaba por la Riccheri era colosal, una infinidad de banderas y carteles y cánticos a todas voces. Ya casi llegando al escenario escuché un altavoz. Distinguí “Váyanse” y como por arte de brujería el frente de la columna empezó a enloquecer y correr.
—Son tiros —anunció mamá a sus compañeros, mientras me alzaba upa y buscaba refugio detrás de un árbol—. Quedate acá, ya vuelvo —me dijo y salió corriendo.
Mi confusión se convirtió en terror: perdí a mamá de vista y vi gente llevando armas. Un señor de la edad de mamá cayó al suelo y gritó al tiempo que se agarraba la panza.
Entré en pánico y salí corriendo sin pensar, sin siquiera mirar donde pisaba, hasta que choqué con una jaula de palomas que cayó y se abrió y los animales alborotados salieron a toda velocidad hacia el cielo.
El golpe me hizo reaccionar y me di cuenta de que yo había quedado frente al escenario, donde un hombre me miró fijo apuntándome con un arma grande.
Me va a disparar, pensé.
Congelado, volví la vista al cielo, deseando convertirme en paloma y salir volando de esa pesadilla.
El grito repentino de mamá entre el barullo me dejó a la espera de un disparo, o de una salvación.
El relato está ambientado en el episodio conocido como la Masacre de Ezeiza. Tuvo lugar el 20 de junio de 1973 en el Puente 12, a diez kilómetros del Aeropuerto de Ezeiza, donde se enfrentaron sectores del justicialismo, en ocasión del regreso a la Argentina de Juan Domingo Perón luego de casi 18 años de exilio.
Esto No Está Chequeado | Sección no basada en hechos reales | Cualquier semejanza con la realidad es mala puntería | Contacto: ezeizaediciones@yahoo.com.ar