Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1572 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 27 de marzo de 2025. Valor: $500.
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Nueva edición | 27-03-25
La tetera, los invitados y yo
Tía Porota nos ponía contentas a todas, siempre de buen humor y trayendo algún regalito para mi hermana y para mí. Las visitas no eran comunes en el campo, donde vivía, y ninguna merienda era tan esperada como la de esos días, porque lo normal era tomar mate cocido en jarras de lata y no en tetera de porcelana.
Aprendí a cocinar viendo y ayudando a mi mamá, como sólo puede hacerlo una niña de seis años: jugando. Las comidas eran por demás sencillas, tan sencillas como la vajilla cotidiana, toda de lata. Los comensales no tenían mayores pretensiones, eran hombres hambrientos que, tras levantarse para el ordeñe a las cuatro de la mañana, habían trabajado duro y no era cuestión de hacerlos esperar.
Viviendo ya en Ezeiza y con familia propia, también tenía que satisfacer el apetito de todos en tiempos distintos; mi casa parecía la Pensión del Buen Comer, todos con horarios diferentes, apurados y hambrientos. Sólo podía agasajarlos en los cumpleaños, preparándoles tortas y chocolates, y se volvieron muy asistidos. Sospecho que era porque la Nelly, yo, hacía cosas ricas. Y me envalentoné.
A medida que todos crecíamos, mi sentido del tiempo cambiaba, pero no así mi necesidad de agasajarlos. Aprendí a tomarme el tiempo necesario para cocinarles lo que quería, aprendí a aprender cómo cocinar exquisito y variado. A medida que crecía —uno no envejece mientras aprende—, nuevos amigos me enseñaron, por ejemplo, que el maíz no sólo remitía a polenta. Que también eran nachos mexicanos o arepas colombianas; que los había de colores rojos, blancos o casi negros. Supe que el chocolate no era la cascarilla de mi niñez, que era algo deliciosamente mágico y que había mil maneras de usarlo. Que el té podía tener infinitos aromas, colores y sabores, y que lo importante no era la tetera de ocasiones especiales, sino lo que representaba: poner nuestros lujos para hacer sentir especial a quien lo es.
Que lo importante no era sólo una buena receta, sino haber mantenido viva aquella que una abuela vieja le había enseñado a mi mamá, como yo se la enseñé a mis hijas.
Lo importante es agasajar a quienes queremos, poniendo en ello nuestro amor.
Nueva edición | 20-03-27
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1571 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 20 de marzo de 2025. Valor: $500.
El guardapolvo tableado
Ya casi no se usa el guardapolvo. Algunas economías familiares no dan. O cambió la moda, no sé. Como tampoco sé si al sistema le interesa que los chicos pasen de grado sabiendo. Da igual. Sólo se trata de poner a los niños en algún lugar mientras sus padres están en otro. Nos ubican, nos amontonan, nos arrean, y nunca es por nuestro futuro ni por el de los niños, sino por el de los ordenadores del planeta, los que establecen, escriben métodos y calculan ganancias.
En la 25, en otro tiempo, en otro patio, jugaba al motociclista, corriendo en el recreo con los brazos extendidos hacia adelante, acelerando a toda velocidad entre los chicos y las chicas que me miraban sorprendidos, escuchando mi: ¡¡RRRRRR!! ¡¡RRRRRR RRRRRR!! ¡¡RRRRRR!!
Otros compañeros se entretenían con el rango(*), y muchas chicas, con la rayuela. “Está loco”, pensarían. A mí no me molestaba. Yo aceleraba aún más alrededor del mástil.
Un día estaba yo en mi carrera febril, cuando sonó el timbre y todos entraron a sus aulas. Me quedé dando vueltas y vueltas, en mi mundo, con mi guardapolvo tableado.
Eran otras épocas.
La seño Susana solía sacarme de clase para hacer dibujos en el pizarrón del patio. Era el encargado de ilustrar alguna curiosidad de la historia, matemáticas o biología, para que los demás alumnos la vieran durante el recreo. Era bueno dibujando, pero nunca aprendí las tablas, porque no me interesaban. La seño lo sabía. Aunque los chicos de hoy tampoco saben las tablas… ni siquiera la hora en el reloj de aguja, me consta. Hace poco vi a una nena de catorce años que miraba con extrañeza un reloj con números romanos. A mí siempre me parecieron geniales los números romanos. Eso sí lo aprendí en la 25.
Me quedé en este lado de la calle, mirándome a través de los años y de la reja. Estoy de nuevo ahí, con mi guardapolvo tableado, esperando que salga la seño Susana y me grite:
—¡¡Román, adentrooo…!!
Nueva edición | 13-03-25
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1570 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 13 de marzo de 2025. Valor: $500.
El mal de ojo
—Llevame las bolsas a casa y te curo —me indicó.
Caminamos juntos hasta su vivienda sobre San Lorenzo, donde tiene un kiosquito. Pasamos a su consultorio, en el patio, bajo una parra.
—Acá nos reunimos con tu abuela Achebe. Desde que toma cursos por internet, descubrimos que tiene dones para desarrollar.
Lucía agarró un plato hondo marrón, lo llenó con agua de la canilla y volcó un chorrito de aceite común. De acuerdo con las figuras que se formaron en el líquido, confirmó el diagnóstico.
—Estás recontra mal. Gente pesada —lanzó, y se hizo la señal de la cruz.
Luego puso una mano en mi frente y procedió al tratamiento mediante oraciones.
—Encerrate en tu pieza y quedate en silencio durante treinta minutos. El daño se va a evaporar.
Dos horas después, el malestar continuaba. Le conté a la abuela Achebe que Lucía Archiboldo me había intentado curar.
—Qué raro. Ella es muy buena. Andá a ver a Zulema Gianegra, mentalista. Nunca falla.
Previo whatsapp de la abu, Gianegra me recibió. Fiel a su estilo, me cobró por anticipado a través de Mercado Pago y, mediante la bola de cristal, descubrió que había sido atacado por fuerzas oscuras.
—Los chichis de Guillermina te sacaron de eje. Tu cabeza va a explotar de tanta presión.
Puso unas ramas secas en una ollita, las prendió fuego con un encendedor chino y procedió a la sanación mediante mucho humo.
—Vas a estar diez puntos —anunció.
Al rato deambulaba por Tucumán, lagrimeando, bañado en transpiración y un tanto intoxicado.
En casa, el mal de ojo no aflojaba. Decidí googlear una solución y visité el sitio donde la abuela Achebe toma cursos. Encontré un método infalible para que los chichis la cortaran con el acoso.
Cuando estaba a punto de atrapar una araña para comérmela con salsa de tomate, apareció la abuela.
—Dejá eso. No va a andar. Pasó de moda —señaló Achebe—. Andá urgente a la salita y preguntá por mi amiga Elisa. No veas a otra persona.
—¿Ella es tarotista, astróloga, sanadora, adivinadora, vidente?
—Es médica —me respondió la abuela.
La visité sin perder más tiempo. Hábil, Elisa me interrogó a fondo y descubrió que tenía un ataque de hígado por mezclar huevos fritos con chocolatada, papas bravas, cerveza y mate dulce.
Me recomendó beber abundante agua y evitar los fritos, los picantes y las grasas. Me dio algo para el ataque hepático y un calmante para la migraña.
—Tomá esto y descansá.
Llegué a casa y seguí sus recomendaciones. Me acosté con la luz baja y me desmayé. Dormí hasta el otro día. Amanecí como nuevo. La abuela Achebe entró temprano a ver mi estado de salud.
—Qué suerte que viste a mi amiga la doctora. Era la única capaz de ayudarte.
—Claro que era la única. Las otras son unas chamuyeras —dije, molesto por haberme dejado llevar por las ideas de Achebe y sus amistades, gente fascinada con las predicciones de Solari Parravicini, los registros akáshicos y hasta los fantasmas de los perros muertos.
—Mercurio retrógrado hizo estragos —explicó Achebe—. Lucía es una geminiana de pura cepa; Gianegra, una clásica Aries; y el dueño de la web, un libriano típico. Los tres fueron afectados por las alineaciones del cosmos. ¿Sabés por qué pudo curarte Elisa, la doctora?
—¡Porque se dedica a la ciencia! —exclamé—. ¡¿Por qué otra cosa va a ser?!
Achebe me respondió:
—¡No entendés nada! La doctora tuvo éxito porque los de Sagitario resultaron inmunes a la energía negativa de marzo.
Nueva edición | 06-03-25
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1569 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 6 de marzo de 2025. Valor: $500.