Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1582 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 5 de junio de 2025. Valor: $500.
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Nueva edición | 05-06-25
El muchacho y la oruga
—Tardarán unas horas —respondió el muchacho.
—¿Alcanzará para terminar tu crisálida? —cuestionó el insecto.
—Alcanzará. A los humanos nos cuesta menos —respondió, jocoso, el joven.
—¿Me vas a esperar? —susurró la oruga.
—Cuando salgas de tu crisálida, voy a estar ahí para volar juntos —respondió el chico.
—Ummmmm, entiendo —murmuró la oruga—. Voy a extrañar atiborrarme de hojas y balancearme en las plantas de tu jardín… Decime, ¿vos vas a extrañar algo? ¿O vas a poder caminar igual por el jardín y comer hasta saciarte cuando cambies?
Amarga fue la saliva que tragó el joven antes de responder:
—No lo sé. No lo había pensado… Pero voy a tener la ligereza de mis alas, separándome de todos los problemas terrenales. ¡Qué importa el suave jardín si puedo volar como el viento! ¿Y vos cómo sabés el destino de tu cuerpo?
—Nací con el instinto para llegar a este punto —contestó ella, serena—. Una vez que cambiamos, partimos para formar la siguiente generación y alcanzar nuestro destino final. Decime, ¿qué propósito cumple tu cambio?
—¡Eso no te importa! —ladró el muchacho—. ¿Qué sentido tiene el cambio si te espera un dolor tan horrible?
—Es lo que soy, y todos lo saben —respondió el bicho, sereno—. Prueba de esto es la jardinera, que cuida de no ahogarme ni pisarme cuando riega el jardín. Me susurra que espera ver mis bonitos colores. No corren la misma suerte los caracoles… Respondeme la pregunta: ¿cómo es tu cambio? Contame de tu metamorfosis.
—Ah… —tomó aire el joven—. Te voy a mostrar.
Decidido, lanzó la soga por encima de la vieja viga de madera. Empezó a atarla con detenimiento. Acarició la superficie áspera de la cuerda. Tantos años carcomido daban su marchito fruto. Se quedó mirando el ojal que fabricó, como una ventana que daba a un vacío, profundo y húmedo. La cuerda se tensó por la eternidad de unos segundos y luego… se cortó… por la baba de una oruga…
Despertó en una habitación del Hospital de Ezeiza. Lo primero que vio fue la chipá que su madre sostenía en la mano mientras dormía, esperándolo.
No se dio cuenta de la mariposa en su hombro, quizá por estar mirando a la mujer, tal vez por estar metido en sus pensamientos.
—Me mentiste —susurró la mariposa, y junto con ella se marchó la última gota de orgullo del muchacho.
Cuando le abrieron la férula por la fractura en una pierna, sintió que algo se rompía. No era físico, pero lo asustó. En cuanto llegó a las puertas corredizas que daban a la calle, alcanzó los rayos del sol y sintió que su alma se descascaraba. Ahí supo qué era. La mentira a la mariposa se transformaba en una verdad: él estaba saliendo de su crisálida.
(*)Alumno del Taller de Escritura y Literatura de la Municipalidad de Ezeiza.
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Nueva edición | 29-05-25
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1581 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 29 de mayo de 2025. Valor: $500.
¿Están entre nosotros?
El abuelo supo ser amoroso, de esos cariños que quedan tatuados en la memoria. Lo veo aún sentado en la baranda de cemento del tapial de su vieja casa en Villa Guillermina, el sol filtrándose entre las hojas. Allí, en uno de mis cumpleaños, me entregó una lapicera bolígrafo con un billete de cinco pesos enroscado y atado con una bandita elástica. Un tesoro de la infancia.
Tras la muerte de la abuela, él se mudó a Entre Ríos, a la casa de su hija. Las visitas se hicieron una rareza; solo estuve con él una vez más, en la ciudad de Gualeguay, cuando se hallaba internado en aquella clínica blanca y fría.
Notarlo tan frágil me sacudió tanto que mi cabeza se cubrió de caspa. Durante varias semanas partículas blancas cayeron sobre mí como papel picado en un triste carnaval.
Aunque esa vez zafó, los años lo fueron apagando. El día que finalmente murió, no pude despedirme.
Una noche, pocas semanas después de su partida, estábamos con mi esposa cenando en silencio frente a dos televisores apilados: en el de abajo solo sonido, en el de arriba, imágenes neblinosas. Mirábamos un capítulo de la serie Los invasores. En esa antigua producción inglesa, el arquitecto David Vincent lucha por demostrar que extraterrestres caminan entre nosotros, disfrazados de humanos. Nadie le cree, claro. Él es un loco, un obsesionado, un paria.
Comíamos unos ricos fideos cuando, en medio de una persecusión de autos, una sombra cruzó frente a las pantallas. Se movía con andar cansino y un sombrero de ala ancha, famoso en nuestra familia. ¿Estaba sufriendo una alucinación? ¿Sería víctima de un hecho paranormal?
Helado, con el tenedor suspendido en el aire, le pregunté a mi esposa.
—¡¿Vos viste algo?!
La Corta, pálida, respondió:
—Sí… Pasó tu abuelo.
Nueva edición | 22-05-25
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1580 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 22 de mayo de 2025. Valor: $500.

Dios y los espejos rotos
Algunos amigos lo bancan en todo, porque es un tipo generoso, un hippie anarco-socialista intuitivo, que ayuda a quien puede. Ellos, además, conocen la contracara de su ateísmo acérrimo: mientras vocifera en contra de la existencia de Dios, notan que sí cree en algo… en la mala suerte.
César evita cruzarse con gatos negros. Se asusta cuando se le cae la sal al piso, o si se rompe un espejo. Siente cierta aprensión al salir a la calle los días 13 y 17. Toca madera para esquivar enfermedades y trata de entrar siempre con el pie derecho a cualquier lugar.
Para incomodarlo, sus amigos organizan asados los viernes 13. Le hablan de vecinos mal aspectados y, de alguna forma, provocan encuentros con los supuestos mufas. Con esas acciones buscan equilibrar las diatribas sacrílegas de Rinaudo.
La semana anterior, al pasar frente a la Iglesia Del Valle, el vecino de Tala Ezeiza se burló de uno de sus amigos que entraba a escuchar la misa de la tarde.
—Si hoy vino Dios, ¡mandale saludos de mi parte!
César iba en bicicleta y, distraído, no se dio cuenta de que doblaba una camioneta en la esquina. Terminó despatarrado en French y Tucumán. Lo trasladaron de urgencia al Hospital de Ezeiza con varios huesos rotos. Su amigo, el creyente, lo acompañó todo el camino.
Apenas se despertó de la anestesia, el amigo no se privó de gastarlo por haberle hecho bullying en la puerta de la parroquia.
—¡Te lo merecés por hereje! —le lanzó.
César, serio, respondió:
—Me mandé una macana imperdonable y terminé internado.
—Sí —dijo su amigo—, te burlaste de Dios en la misma puerta de la iglesia.
—No, eso no —replicó el polemista—. Tengo unos albañiles trabajando en casa, me distraje y pasé por debajo de una escalera.
Nueva edición | 15-05-25
Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1579 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 15 de mayo de 2025. Valor: $500.
El secreto de la escritura
Todo comenzó con una excursión a la Biblioteca Nacional de Argentina. Ese día pedí la novela El nombre de la rosa con la intención de releerla. Cuando la abrí en busca de los pasajes que más me gustaban, cayeron unas hojas con nombres de otros libros, citas, números de ediciones y cientos de datos que fui comprendiendo con el paso del tiempo. Había también un texto que hablaba de la semilla del escritor.
A lo largo de décadas fui buscando esos libros. Al compás de leerlos, até cabos que me enviaban a diferentes bibliotecas. Recorrí así el país entero en lo que se transformó en una vida corriendo tras el viento, según expresaban quienes escuchaban mi objetivo.
Cuando llegué a los treinta años, contaba con mucha información sobre el rumor que corre en ciertos ámbitos: todos los grandes escritores han descubierto una semilla y, tras usarla, la ocultaron para otros elegidos. En Rusia dio sus frutos con Guerra y paz, los ingleses la vieron florecer con Orgullo y prejuicio, los franceses con Madame Bovary; también se vieron favorecidos los latinoamericanos con Cien años de soledad y los del norte con Por quién doblan las campanas. Seguir con la enumeración me parece banal.
El último dato que conseguí me llevó al lugar exacto al que ha llegado la semilla, escondida de la mano del mismísimo Borges, en un lugar descampado de zona sur, en el que ahora está el Parque Los Álamos.
Cuando al fin desentierre la semilla, los sesenta años que pasé recorriendo el mundo en su búsqueda, mi paso por todos los continentes, cada acción, todo… tendrá sentido…
Cuando llegó el forense y pudo constatar que el anciano había sufrido un paro cardíaco, abrieron su mano. Allí encontraron una semilla. En su interior hallaron la frase griega h μαγεία δεν υπάρχει, traducida en varios idiomas. En castellano quiere decir: la magia no existe.
(*)Alumno del Taller de Escritura y Literatura de la Municipalidad de Ezeiza.
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