Nueva edición | 01-01-26

Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1612 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 1° de diciembre de 2026. Valor: $700.


PRINCIPALES PUNTOS DE VENTA:
► Ruta 205 y 9 de Julio (JM Ezeiza)
► Ruta 205 y Ramos Mejía (JM Ezeiza)
► San Juan y Mitre (JM Ezeiza)
► Perón y Avellaneda (JM Ezeiza)
► Ecuador y Perón (JM Ezeiza)
► Ruta 205 y Gaddini (Tristán Suárez)
► Gaddini, entre Iglesias y Canale (Tristán Suárez)
► Ruta 205 y Lima (Tristán Suárez)
► Av. Del Plata y Ruta 205 (Tristán Suarez)
► Estación Tristán Suárez (Tristán Suárez)
► Santiago Cabral y Escribano Vázquez (Canning)
► Ruta 205 y Sargento Cabral (Canning)
► Las Araucarias y Los Cedros (La Unión)
► 25 de Mayo y España (Carlos Spegazzini)
► Estación El Jagüel (El Jagüel)
► Ruta 205 y Las Heras (Monte Grande)
► Estación Monte Grande (Monte Grande)
► Ruta 205 y Vicente López (Monte Grande)
► Matienzo y Arana (Luis Guillón)
► Máximo Paz y Av. Pereda (Máximo Paz)

LA PALABRA DE EZEIZA SALE TODOS LOS JUEVES. Atención: Tucumán 142, José María Ezeiza, lunes a viernes de 9 a 13 horas. Teléfono: (5411) 4232-6274. WhatsApp: 11-2338-2539. Email: ezeizaediciones@yahoo.com.ar

Brindis de medianoche

Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses


Exalumnos del Instituto Natta se reunieron para despedir el 2025. A las doce de la noche del 31, brindaron con una sidra con carácteres orientales, que todos negaban haber traído.
Apenas bebió, a Julián le pasó algo raro: no sintió nada. Era como tomar agua.
—Qué sidra suave —comentó a las amigas y los amigos, congregados alrededor de la televisión.
En la emisión, una mujer comunicaba: “No hubo apocalipsis tecnológico: vencimos al Y2K y estamos en el siglo XXI”. El logo de Telefé tenía los colores azul, verde y rojo fuera de registro. Abajo, el zócalo informaba: “1° de enero del 2000”.
—¡Muy bueno el especial retro! —lanzó Julián, con una sonrisa.
—¿De qué hablás? —le preguntó Rosana.
Julián sacó el celular del bolsillo para filmar y se encontró con la pantallita de un Nokia negro. Miró a sus compañeros: lucían jóvenes, sin arrugas, canas ni peladas. La tevé era de tubo y llevaba, al costado, una calcomanía de Panza Hermanos. La botella de sidra tenía un diseño que él recordaba de la adolescencia. De fondo se escuchaban fuegos artificiales sobre la calle Gaddini.
—Paren, paren —dijo Julián—. Algo está mal. No llegamos al 2026.
Sus amigos lo rodearon.
—Aflojá con la sidra —le tiró Carlos.
—¡No es un chiste! —gritó Julián—. Volvimos al año 2000.
Una carcajada a coro inundó el living. Julián abrió la boca para explicarles lo que sucedía, pero no sabía por dónde empezar. Se le cruzaron las Torres Gemelas, diversas crisis financieras, la inflación, las guerras, el impacto de las redes sociales, la inteligencia artificial, y solo atinó a revelar:
—En unos veinte años vamos a mirar el mundo desde un teléfono celular…
—Y habrá patinetas para volar, ¿no? —comentó Laura.
—El presidente que viene… —balbuceó Julián—, bueno, los que vienen… van a cantar rock… Queen, Litto Nebbia, La Renga, Charly García… ¡¡Y un año, en el mundo entero, vamos a usar barbijo por una pandemia global!!
—Mucha ciencia ficción —agregó Tomás.
Julián habló del Mundial 2022 y de los goles de Messi. De la temprana muerte del Diego. De que iba a existir un papa argentino. Cualquier cosa sonaba a delirio.
—Escuchen, por favor —señaló, desesperado—. Yo vengo de 2025. Allá nos abruma la sobreinformación. Algunos afirman que nos encontramos al borde de un colapso mundial, por la contaminación, la pobreza, la superpoblación… El reloj atómico podría fallar… Y esto… —miró la mesa— ya pasó…
—Lo que pasó es que tomaste mucho —sentenció Martín y apagó la tele.
Rellenaron las copas con sidra Tunuyán.
—Brindemos de nuevo —propuso Martín—. Capaz volvés.
Julián aceptó y dijo:
—Por si no me creen, disfruten cada instante. Vayan despacio. La vida pasa muy rápido.
Los presentes elogiaron las ocurrencias de Julián. Chocaron las copas. Se abrazaron y se desearon mutua felicidad. Esta vez, la púa del tiempo se mantuvo en el mismo surco.

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Nueva edición | 25-12-25

Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1611 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 25 de diciembre de 2025. Valor: $700.

PRINCIPALES PUNTOS DE VENTA:
► Ruta 205 y 9 de Julio (JM Ezeiza)
► Ruta 205 y Ramos Mejía (JM Ezeiza)
► San Juan y Mitre (JM Ezeiza)
► Perón y Avellaneda (JM Ezeiza)
► Ecuador y Perón (JM Ezeiza)
► Ruta 205 y Gaddini (Tristán Suárez)
► Gaddini, entre Iglesias y Canale (Tristán Suárez)
► Ruta 205 y Lima (Tristán Suárez)
► Av. Del Plata y Ruta 205 (Tristán Suarez)
► Estación Tristán Suárez (Tristán Suárez)
► Santiago Cabral y Escribano Vázquez (Canning)
► Ruta 205 y Sargento Cabral (Canning)
► Las Araucarias y Los Cedros (La Unión)
► 25 de Mayo y España (Carlos Spegazzini)
► Estación El Jagüel (El Jagüel)
► Ruta 205 y Las Heras (Monte Grande)
► Estación Monte Grande (Monte Grande)
► Ruta 205 y Vicente López (Monte Grande)
► Matienzo y Arana (Luis Guillón)
► Máximo Paz y Av. Pereda (Máximo Paz)

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Por las barbas de Papá Noel

Por Míster Afro | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses


La abuela Achebe estaba cebando unos mates en el jardín del fondo de casa cuando, de pronto, al atardecer, se acordó de un hecho sucedido en Villa Guillermina durante la crisis de 2001.
—Te voy a contar algo de un actor, con gran trayectoria en el teatro under del conurbano, que andaba desocupado. Creo que te va a servir para la contratapa de La Palabra.
—Genial, siempre es edificante una historia real en esta época del año —le respondí y prendí el grabador del celu.
—Don Ricardes, soltero sin apuro, empezó a bañarse poco, abatido por la falta de empleo, y no se cortaba la barba encanecida por los años y las penas. Un día, arrastraba sus pies por la calle y alguien lo divisó desde un auto. Sin saber que era un artista, bajó la ventanilla y le preguntó si se animaba a actuar de Papá Noel durante todo diciembre frente a un negocio de la calle Paso de la Patria. Ricardes era contrario a este tipo de celebraciones, pero necesitaba el dinero, así que, de parado, arregló condiciones. El 1º de diciembre se presentó en el comercio. Le dieron un traje rojo, que le quedaba un poco grande, y una campanita. Su tarea consistía en entregar volantes y anunciar que el 24 habría un gran sorteo. Una noche, Ricardes volvió a su casa con la espalda doblada y más transpirado que nunca, pero con un cajón de cerveza comprado con la paga diaria. “Gracias, Papá Noel. Ojalá todo cambie de ahora en más”, dijo, levantando un porrón en un comedor solitario, frente a una milanesa fría que había cortado en trocitos. Ahí nomás apareció Papá Noel. El verdadero. Sentado en la punta de la mesa, anunció: “Buen laburo. Te ganaste un deseo”. Ricardes iba por la cuarta botella y pidió que la barba volviera a ser negra. El visitante levantó una ceja y le advirtió que después no había devolución. “Dale, dale”, respondió el dueño de casa.
—¿Y qué pasó? —le pregunté a la abuela.
—A la mañana siguiente —prosiguió Achebe—, Ricardes tenía la barba negra y también todo el pelo, bonus track por iniciativa del jefazo. Quienes lo cruzaban esa mañana no podían creer la transformación. Se lo veía más joven, feliz, eufórico. El problema fue cuando se presentó en el local y no lo dejaron retomar la tarea. “Justo ahora, ¡teñirte!”, lo atajaron. Ricardes se enojó y empezó a insultarlos, tratando de explicarles que él podía transmitirle esperanza a la humanidad. “¡Quiero contarles a niños y niñas que los milagros son reales!”, fue lo último que declaró cuando le cerraron la puerta y llamaron a la policía para que dejara de amenazar la vidriera con un ladrillo.
—Abuela, esta historia no sé si ayuda a mejorar el espíritu navideño —me nació decir ante el inesperado giro de la anécdota.
—Fue un año muy largo para don Ricardes. Pero no todo terminó tan mal, Afrosito. Algo aprendió. En el siguiente diciembre vio un aviso pegado en un poste: “Se busca Papá Noel. Urgente”. Seguía sin ninguna cana y ahí tomó una decisión trascendental: decidió teñirse de blanco por el resto de su vida. Desde aquel entonces, nunca dejó de trabajar de Papá Noel.

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Nueva edición | 18-12-25

Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1610 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 18 de diciembre de 2025. Valor: $700.


PRINCIPALES PUNTOS DE VENTA:
► Ruta 205 y 9 de Julio (JM Ezeiza)
► Ruta 205 y Ramos Mejía (JM Ezeiza)
► San Juan y Mitre (JM Ezeiza)
► Perón y Avellaneda (JM Ezeiza)
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► Av. Del Plata y Ruta 205 (Tristán Suarez)
► Estación Tristán Suárez (Tristán Suárez)
► Santiago Cabral y Escribano Vázquez (Canning)
► Ruta 205 y Sargento Cabral (Canning)
► Las Araucarias y Los Cedros (La Unión)
► 25 de Mayo y España (Carlos Spegazzini)
► Estación El Jagüel (El Jagüel)
► Ruta 205 y Las Heras (Monte Grande)
► Estación Monte Grande (Monte Grande)
► Ruta 205 y Vicente López (Monte Grande)
► Matienzo y Arana (Luis Guillón)
► Máximo Paz y Av. Pereda (Máximo Paz)

LA PALABRA DE EZEIZA SALE TODOS LOS JUEVES. Atención: Tucumán 142, José María Ezeiza, lunes a viernes de 9 a 13 horas. Teléfono: (5411) 4232-6274. WhatsApp: 11-2338-2539. Email: ezeizaediciones@yahoo.com.ar

La luz de la López Pereyra

Por Carlos Renoldi | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Carlos Renoldi | #FiccionesEzeicenses


Durante mi infancia, la rutina diaria después de la escuela, el almuerzo y la obligada siesta (de la que solíamos escapar como pequeños prófugos del sueño) era salir a ver qué pasaba en la casa lindera de los primos y abuelos. Esa casa, con su patio lleno de macetas y su galería siempre tibia, era un universo paralelo donde todo parecía tener otro ritmo. Mi atractivo mayor era encontrar al abuelo, que solía tocar su vieja guitarra con una paciencia infinita y un gesto sereno que parecía detenido en el tiempo. Ya en esos años de la década del 70, su encordada tenía más de cien años. Era como esas que se veían en las películas de Gardel: chiquitas, alargadas, con sus clavijas de palo, y un sonido que parecía venir de otra época. 
Solía estar guardadita en un ropero de su pieza para que no se golpeara ni se humedeciera. Cuando el abuelo andaba distraído o dormido en la galería, yo entraba despacito, en puntas de pie, tratando de que el crujido del piso de pinotea no delatara mi presencia. Iba a su pieza y sacaba la guitarra de entre la ropa que colgaba de las perchas, en medio de camisas de manga larga y un saco de lino que solo usaba para las fiestas. Me sentaba en la cama con respeto, casi con solemnidad, y repetía bajito dos acordes que aprendí de verlo: un do menor medio chueco y un mi mayor que a veces sonaba limpio, a veces no.
Un día, el abuelo me descubrió. Lejos de enojarse, se puso contento. Me miró con una mezcla de sorpresa y ternura, y me alentó a seguir. Desde entonces, cada tanto, me llamaba a su lado y me mostraba algún secretito de la cejilla o una forma distinta de rasguear. Poco a poco fui aprendiendo algunas cosas. Él, orgulloso, solía tocar la zamba “La López Pereyra”, que era una de las pocas canciones que sabía entera, junto con algunas tarantelas y milongas. Esa fue la primera canción que yo aprendí de memoria, y durante un tiempo creí que era la única que valía la pena tocar. 
Después de su muerte, muchos años más tarde, fui a ver a una tía que quedó en la casa familiar y recuperé la vieja guitarra. Estaba inutilizada, sin sus cuerdas, con el mástil combado y la caja rota. Imposible de restaurar. Aun así, la traje conmigo y terminé colgándola a modo de homenaje, a un costado del escenario de nuestro bar, donde hoy actuamos con amigos y cantamos los viernes por la noche. 
Hoy, cada vez que toco “La López Pereyra” en nuestro escenario, una tenue luz amarillenta, casi imperceptible, se enciende dentro de la guitarra. El resplandor sale claro, diáfano, memorioso.

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Nueva edición | 11-12-25

Ya puede conseguirse en todos los kioscos de diarios y revistas del distrito de Ezeiza (Barrio Uno, Canning, José María Ezeiza, Tristán Suárez y Carlos Spegazzini) la edición papel Nº 1609 del semanario La Palabra de Ezeiza del jueves 11 de diciembre de 2025. Valor: $700.


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► Ruta 205 y Vicente López (Monte Grande)
► Matienzo y Arana (Luis Guillón)
► Máximo Paz y Av. Pereda (Máximo Paz)

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Resonancia de un recuerdo anónimo

Por Absolutamente Nadie(*) | Esto No Está Chequeado | Ilustración: Digital Snatch | #FiccionesEzeicenses


Hola, ¿cómo estás? ¿No te acordás de mí? Nos conocimos hace algún tiempo. Creo que fue en el Roca que nos cruzamos… ¿o en Tristán Suárez? Puede ser que me hayas visto de refilón en el espejo de la mañana, antes de ir a laburar.
El veintidós de noviembre estuve en la Biblioteca Alfonsina Storni, la popular, en su nuevo lugar cerca de La Palabra. En la entrada te recibía el pasto verde y un montón de libros sobre él, esperando nuevos dueños. Entré al patio y me senté a la sombra del árbol que lo cubre por completo, el mejor lugar para verlo todo, pasando un poco desapercibido. Alfonsina estaba ahí; te manda saludos.
Hay algo que tienen las bibliotecas de barrio que me llega al alma, ¿sabés? No sabría decirte bien de qué se trata, pero creo que todavía guardan, con autenticidad, la esencia de muchas cosas… cosas que se pueden encontrar en los cafetines y en los pools, en las charlas con algún laburante desconocido y en la música de las bandas under.
Se presentaba un libro. Un poemario de tapa negra. Su simpleza llamaba la atención de algunos por completo, y otros ni siquiera lo miraban: se dormían mientras tanto, mimetizándose con el barrio hundido en la siesta del sábado por la tarde. Entre pucho y cerveza lo comentaron un poco.
El libro hablaba de vos. Hablaba, desde su agonía, sobre tus momentos de soledad; desde su anonimato, sobre tus desamores y sobre el caos que te habita. Muchos creían que el libro hablaba de ellos, pero no. El libro hablaba de vos.
Comí unas empanadas mientras observaba las obras de un pintor que exponía ahí, y compré algunos libros del taller de la Biblioteca El Arte de Leer. Todos autores de por acá, reales y tangibles; algunos estaban ahí mismo: los veía, aunque ellos a mí no. Eso me gusta.
Hicieron un taller de poesía que estuvo bueno, pero yo me tenía que ir. Se hacía de noche y tenía que estar en mil lugares a la vez, y en ninguno al mismo tiempo.
¿Todavía no me recordás? No pasa nada, che, no soy alguien importante. Soy absolutamente nadie.

(*) Matías Airala presentó Poemas, reflexiones y anécdotas de Absolutamente Nadie, en el marco del 44° aniversario de la Biblioteca Pública Alfonsina Storni.

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